jueves, 27 de diciembre de 2018

Lo que tu querias

Querías conocer de cerca al hombre,
querías conocerlo desde dentro,
querías tener de sus pasiones experiencia,
a qué saben las lágrimas, los besos.

Por eso te entrañaste.
Te encarnaste, te hiciste uno de tantos, de los nuestros.

Fue un amor sin límites, amor inmenso.
Venías desarmado, empobrecido,
solidario con los pobres y pequeños.

Venías a servir, no a ser servido,
traías pan abundante, pan de vida,
porque había muchos hambrientos.

Te hiciste pobre para hacernos ricos,
para darnos salud, te hiciste enfermo.

Hombre eres del Amor y de la Gracia.
Venid a mí, decías, no temas. Yo estoy contigo.



rezandovoy.org

domingo, 21 de octubre de 2018

Que Sea



Señor, que yo sea
el primero en servir…
el primero en perdonar…
el primero en acoger.

Señor, que yo sea
el último en cruzarme de brazos ante la necesidad…
el último en juzgar y crear envidias…
el último en rechazar y cerrarme al hermano.
Dame un corazón servidor.
Que no olvide nunca que tú te inclinaste
para lavar los pies a tus amigos.
Haz de mi vida una vida de entrega y servicio…
porque, quien no vive para servir
no sirve para vivir.

(Fermín J. Negre)

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Equívocos

Lo llamábamos justicia,
pero era tan solo ley,
pues había olvidado
la dignidad humana.

Lo llamábamos fe,
cuando en realidad era una batalla,
pero valía la pena lucharla.

Lo llamábamos compasión,
y era tan solo un acto reflejo,
como parpadear por un golpe de viento.

Lo llamábamos amor,
pero si no nos quitaba el sueño
ni nos prendía en llamas,
¿no era apenas una sombra?

Lo llamábamos duda,
pero era el mismo Dios
desmontándonos las certidumbres.

Lo llamábamos amistad
y lo era. Con todas las zozobras
y todas las alegrías
que la amistad conlleva.

Lo llamábamos prudencia,
y quizás lo fuera,
pero era también mediocridad.

Lo llamábamos hondura.
Pero no era más que frivolidad
disfrazada de trascendencia.

Lo llamábamos rebeldía,
pero era solo ruido,
mientras nos acostumbrábamos
a bailar sin música.

Lo llamábamos crítica,
pero era miedo
a lo desconocido.

Lo llamábamos muerte,
y nos asustaba su contundencia
pero era solo el tiempo abriendo puertas.

Lo llamábamos soledad,
pero solo era frío.
La memoria confundía el calor y los abrazos.

Lo llamábamos esperanza.
Y lo era, porque Tú
aún podías transformarlo todo.
José María R. Olaizola, sj

domingo, 12 de agosto de 2018

Ciudadanos del Reino

Hacen falta ciudadanos del Reino, que trabajen por la justicia, por la paz, por el amor.
Que se nieguen a sucumbir al desaliento o al odio.
Que rechacen sembrar discordia.
Que no miren constantemente por encima del hombro.
Que eviten estar lanzando condenas y anatemas a los otros.
Que respeten a quien no piensa como ellos.
Ciudadanos que construyan la paz, no sobre la sangre ajena, sino sobre la dignidad de cada vida.
Que busquen el bien.
Ciudadanos que sueñen con una ciudad mejor, con una iglesia mejor, con una vida mejor, para todos.
Portadores de una buena noticia, que a veces habrá de ser palabra amiga, otras, profecía exigente, y otras veces será silencio respetuoso.
Que se nieguen a entrar en la dinámica de destruir.
Trigo. Trigo que no se deje devorar por la cizaña.
Hacen falta cantores de concordia y justicia, de evangelio y verdad, de esperanza y encuentro.
Haces falta tú…


miércoles, 25 de julio de 2018

Para ser tu mensajero


Ilumina mi sombra para llevar tu luz.
Ilumina mi sonrisa para abrazar tus resurrecciones.
Ilumina mi impotencia para fortalecerme en tu amor.
Ilumina mi andar para crecer en la entrega.
Ilumina mis palabras para no tener miedo a tus silencios.
Ilumina mis lágrimas para seguir sembrando.
Ilumina mis errores para aprender de ti.
Ilumina mi oración para no ser sordo a tu llamado.
Ilumina mi latir para no perder el ritmo del Reino.
Ilumina mis necesidades para animarme a vivir más allá de ellas.
Ilumina mi amor para que sea incondicional
y hasta el extremo como el tuyo.
Ilumina mi soñar para despertar contigo. Ilumina mi música para cantar con los demás.
Ilumina mis heridas para regarlas desde el manantial.
Ilumina mi carisma para que sea plenitud de vida.
Ilumina mi cercanía para construir a la vez distancias y puentes.
Ilumina mi Eucaristía para hacerlo en memoria tuya.
Ilumina mi paz para ser tu mensajero.


 
 (Marcos Alemán, sj)

martes, 3 de abril de 2018

Resucitó

En la tarde del viernes,
las instituciones del poder
exterminaron de la tierra
al justo vulnerable. 

En el cuerpo de Jesús
expresaron su deseo,
de reducir a polvo,
su carne y su memoria.

El espíritu de Jesús
ardió como una antorcha
de fracaso, de angustia,
y de abandono de Dios.

Y ante tanta injusticia
el Padre se calló,
con un silencio de hielo
que congeló la historia.

La mañana del domingo,
el Padre engendró la Palabra
que abrió toda realidad,
a la esperanza infinita.

El espíritu de Jesús
experimentó el abrazo,
que siempre estuvo a su lado
sin distancia ninguna.

El cuerpo resucitado
llevó hasta la eternidad
los golpes, las caricias,
y la tierra de los caminos.

Y en medio del poder
sorprendió una comunidad
de pobres y de excluidos
que fecunda todos los siglos. 

¿Quién podrá apartarnos?

¿Quién podrá apartarnos
de «la vida verdadera»?

¿Será mi ambigüedad
que quiere gobernarme
desde las hambres oscuras
de mi yo clandestino?

¿Será el quebranto
que rompe de repente
mi salud y mi proyecto
contagiando incertidumbre?

¿Será la seducción
que brilla como ángel
en el Olimpo estelar
de los famosos?

¿Será el rumor
que sentencia y descalifica
la audacia del amor
liberado de las modas?

¿Será el poder
que no ha previsto en sus leyes
la novedad de Dios
que sorprende los programas?

¡Nada nos apartará
del Amor que se regala! [Rom 8, 35]

Benjamín González Buelta

viernes, 23 de marzo de 2018

¡Ay!

¡Ay de mí si no respiro,
si no me alimento,
si no quiero con locura!
Si no vibro
con el júbilo del hermano.
¡Ay de mí
si no tiemblo ante su dolor.
Si no abro los oídos
para dejarme transformar
por tu palabra,
y no abro la boca
para gritar
una pregunta de fe;
un veredicto de amistad;
una promesa de curación;
una canción de justicia.
¡Ay de mí si no abro las manos,
liberadas al fin de piedras
y cadenas,
para dar, en ellas,
calor, afecto y abrazo.

¡Ay de mí
no por miedo
o por amenaza,
sino porque, no amando
a tu manera,
no habré vivido!

Mas si, en mi debilidad,
te dejo ser atalaya,
no habrá lamento,
derrota ni queja,
habrá esperanza.


José María R. Olaizola

viernes, 16 de marzo de 2018

Enséñame Señor a ayunar

Enséñame, Señor, a ayunar 
de palabras hirientes 
y de silencios nacidos del miedo,
de comodidades y tanta vida de sofá,
de envidias y rencores, de soberbias y orgullos,
de injusticias y prácticas religiosas que me adormecen y no me transforman.

Enséñame a ayunar de lo mío 
para poder llamarlo nuestro.
Que mi ayuno nazca de adentro 
y no busque la apariencia, el llamar la atención, 
el aplauso a mi pretendida bondad.

Haz que ayune, Señor, 
para que crezca en mí el hambre de tu reino, 
el hambre de tu palabra, 
el hambre de ser uno con todos, 
el hambre que se haga alimento del mundo.


(Fermín Negre)

martes, 13 de marzo de 2018

Me llamas a convertirme


Me llamas a convertirme
en agua para el sediento,
en risa para quien llora,
en tiempo del que está solo.
Me pides que me transforme
en brisa para el cansado,
en techo para quien vaga,
en cura para el enfermo.
Me dices: «Sé luz para el ciego,
y palabra para el mudo,
sé las piernas del herido
que no puede sostenerse».
Me llamas a convertirme, Señor,
Y aquí estoy. Débil, 
con toda mi pobreza, 
sin saber bien cómo responder,
por dónde empezar 
o qué pasos dar.
Pero aquí estoy, Señor.
Y tú me llamas a convertirme

José María R. Olaizola

jueves, 15 de febrero de 2018

¿De qué te sirve?



¿De qué te sirve ganar el mundo 
si para hacerlo desperdicias tu vida? 
¿De qué te sirve perseguir el éxito, 
si en el camino te dejas el corazón, 
los valores o la alegría? 
¿De qué te sirve perseguir la belleza en un espejo, 
cuando la vida te espera tras una ventana? 
¿De qué te sirve farfullar excusas de perfección, 
si quien te ama de verdad quiere abrazar tus sombras? 
¿De qué te sirve coleccionar aplausos, 
si no comprendes que una sola caricia 
vale más que todos los parabienes del mundo? 
¿De qué te sirve la alfombra roja 
si conduce a una puerta tapiada? 
¿De qué te sirve una eternidad de fiestas 
si te ahogas en un instante de silencio? 
¿De qué te sirve el poder, si no es para servir? 




José María R. Olaizola