viernes, 11 de marzo de 2011

El ayuno que Dios quiere... Is 58, 1-10



Clama a voz en grito, no te detengas;
levanta tu voz como cuerno y denuncia a mi pueblo su rebeldía
y a la casa de Jacob sus pecados:

A mí me buscan día a día y les agrada conocer mis caminos,
como si fueran gente que la virtud practica y el rito de su Dios no hubiesen abandonado.
Me preguntan por las leyes justas, la proximidad de su Dios les agrada.

- ¿Por qué ayunamos, si tú no lo ves? ¿Para qué nos humillamos, si tú no lo sabes?

- Es que el día en que ayunaban,
buscaban su propio negocio y explotaban a todos sus trabajadores.

Es que ayunan para litigio y pleito y para dar de puñetazos a malvados.
No ayunen como hoy, para hacer oír en las alturas su voz.

¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que se humilla el hombre?
¿Había que doblegar como junco la cabeza, en sayal y ceniza estarse echado?
¿A eso llaman ayuno y día agradabel a Yahveh?

¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero:
desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo,
dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?

¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa?
¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes?

Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente.
Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá.

Entonces clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá:
«Aquí estoy.»

Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad,
repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada,
resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. 

martes, 1 de marzo de 2011

LA DIVINA PROVIDENCIA, Por añadidura, Mt 6, 24-34


Me costó comprender éste Evangelio. Mi sentido común propio de la época en la que me toca vivir me decía que lo lógico es producir y acumular. El futuro depende de lo que pueda almacenar, de los reaseguros que me provea en forma de jubilación, medicina prepagada, cuenta bancaria, inversiones, etc. Dios parece no ocuparse de nuestra economía a pesar de lo que dice el Evangelio acerca de los “lirios del campo y los pájaros del cielo.” Ni lirios ni pájaros, volvamos a la realidad, eso está muy bien como cuentito, pero la vida es otra cosa. O provees para ti y tu familia o te quedas en la calle, no hay más que mirar los diarios.


Hasta que desperté a lo que el Evangelio me quiere enseñar. No es pensar en un Dios que está afuera de la historia y desde allí es providente sino descubrir que la Divina Providencia, ¡soy yo! eres tú, somos todos. Despertar a la realidad de que el Dios que nos inhabita es quien nos habilita para ser providentes si lo dejamos actuar. Liberar nuestra capacidad de compartir lo producido es, me parece, el gran desafío al que nos invita Jesús.

Servir a Dios y buscar el Reino implica que en mi propia vida yo asuma la responsabilidad que me toca. No es un inmovilismo irresponsable de esperar que las cosas vengan de arriba. Es trabajar duro de acuerdo a mis posibilidades para producir las riquezas que mis talentos puedan aportar y luego compartirlas con mis hermanos en la confianza de que si nos animamos a vivir así, los bienes alcanzan para todos.

Si dejamos de pensar en un “dios mago” que digita las cosas e interviene a su antojo, o al que podemos torcer la voluntad a fuerza de oraciones para que intervenga según el nuestro, nos tomaremos en serio nuestra capacidad co-creadora. Estaremos entonces capacitados para construir un orden nuevo regido por los valores del Reino y su justicia, y el resto se nos dará por añadidura.

Que las oraciones sirvan para cambiarnos el corazón, para hacer espacio a la acción del Espíritu que nos invita a ser justos y generosos. Allí descubriremos la verdadera Providencia, la que Dios pone en nuestras manos.

tomado de http://eclesalia.wordpress.com/2011/03/01/la-divina-providencia-2/