jueves, 5 de enero de 2012

El que se da, crece...


El que se da, crece.
Pero no hay que darse a cualquiera, ni por cualquier motivo, sino a lo que vale verdaderamente la pena.
Al pobre en la desgracia.
A esa población en la miseria.
A la clase explotada.
A la verdad, a la justicia, a la ascensión de la humanidad, a toda causa grande, al bien común de su nación, de su grupo, de toda la humanidad.

A Cristo que recapitula estas causas en sí mismo, que las contiene, que las purifica, que las eleva.
A la Iglesia, mensajera de la luz, dadora de vida, libertadora.
A Dios, a Dios en plenitud, sin reserva, porque es el bien supremo de la persona, y el supremo Bien Común.
Cada vez que me doy así, recortando de mi haber, sacrificando de lo mío, olvidándome de mi, yo adquiero más valor, me hago un ser más pleno, me enriquezco con lo mejor que embellece el mundo;
yo lo completo, y lo oriento hacia su destino más bello, su máximo valor, su plenitud de ser.

San Alberto Hurtado