En la tarde del viernes,
las instituciones del poder
exterminaron de la tierra
al justo vulnerable.
En el cuerpo de Jesús
expresaron su deseo,
de reducir a polvo,
su carne y su memoria.
El espíritu de Jesús
ardió como una antorcha
de fracaso, de angustia,
y de abandono de Dios.
Y ante tanta injusticia
el Padre se calló,
con un silencio de hielo
que congeló la historia.
La mañana del domingo,
el Padre engendró la Palabra
que abrió toda realidad,
a la esperanza infinita.
El espíritu de Jesús
experimentó el abrazo,
que siempre estuvo a su lado
sin distancia ninguna.
El cuerpo resucitado
llevó hasta la eternidad
los golpes, las caricias,
y la tierra de los caminos.
Y en medio del poder
sorprendió una comunidad
de pobres y de excluidos
que fecunda todos los siglos.
expresaron su deseo,
de reducir a polvo,
su carne y su memoria.
El espíritu de Jesús
ardió como una antorcha
de fracaso, de angustia,
y de abandono de Dios.
Y ante tanta injusticia
el Padre se calló,
con un silencio de hielo
que congeló la historia.
La mañana del domingo,
el Padre engendró la Palabra
que abrió toda realidad,
a la esperanza infinita.
El espíritu de Jesús
experimentó el abrazo,
que siempre estuvo a su lado
sin distancia ninguna.
El cuerpo resucitado
llevó hasta la eternidad
los golpes, las caricias,
y la tierra de los caminos.
Y en medio del poder
sorprendió una comunidad
de pobres y de excluidos
que fecunda todos los siglos.