jueves, 22 de marzo de 2012

La última palabra

Parecía que no había esperanza. Que el mundo se resquebrajaba entre balas y trincheras. Un manto de olvido había cubierto la fraternidad. Un hombre encaraba a otro, a cara de perro, a grito de odio. Cada quien peleaba, desquiciado, por reforzar su puerta, por elevar su tapia, por aislar su parcela. Recelosos se miraban de soslayo los vecinos. Un silencio agobiante envolvió los corazones. Cada ciudad se transformó en un inmenso carnaval, que enmascaraba la verdad tras muecas pintadas. Hasta que llegó el profeta. Su sentencia firme rompió el embrujo. Mirad que llega vuestro Dios. Lo dijo bajito, lo repitió más fuerte y otras voces se sumaron a la suya. Como un río poderoso, el verbo se hizo promesa. Y despertó la ilusión dormida. Nadie podrá evitar, que el amor tenga la última palabra.



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