jueves, 26 de septiembre de 2013

Señor de la justa cercanía

Cualquier segundo es una puerta
para entrar en tiempo.
 

Todo centímetro es una tierra
que lleva tu huella.


Cada color y cada aroma
me hacen sentir tu fantasía
jugando hacia el infinito.
 

En cada mirada se asoma
la intimidad de tu misterio.
 

Todo golpe de azada
cae sobre la tierra
con certeza de cosecha.


Cada canto verdadero
trae hasta mi corazón
del rumor de la fiesta
que ya empezó eterna
al final de mi camino.
 

Señor, no puedes perderte
en una clandestinidad absoluta:
yo me moriría en tu ausencia.
 

Ni puedes revelarte en toda tu grandeza:
yo quedaría absorbido
en el resplandor de tu gloria.


Tú eres el Señor de la justa cercanía,
del sacramento necesario
que nos permite irnos haciendo,
sin tanto frío y noche
que quede crudo nuestro barro,
ni tanto sol y mediodía
que tu fuego nos calcine.


 
 
Benjamín González Buelta

lunes, 23 de septiembre de 2013

Apóstol

Vamos, amigo,
no te calles ni te achantes,
que has de brillar
como fuego nocturno,
como faro
en la tormenta,
con luz
que nace en la hoguera de Dios.
Vamos, amigo,
no te rindas ni te pares,
que hay quien espera,
anhelante, que compartas
lo que Otro te ha regalado.
¿Aún no has descubierto
que eres rico para darte a manos llenas?
¿Aún no has caído en la cuenta
de la semilla que, en ti,
crece pujante
fértil, poderosa,
y dará frutos de vida y evangelio?
Vamos, amigo.
Ama a todos
con amor único y diferente,
déjate en el anuncio
la voz y las fuerzas,
ríe
con la risa contagiosa
de las personas felices,
llora las lágrimas
valientes del que afronta la intemperie
Hasta el último día,
hasta la última gota,
hasta el último verso.
En nombre de Aquel
que pasó por el mundo
amando primero.

martes, 17 de septiembre de 2013

Yo, pecador

Señor, cuando me encierro en mí,
no existe nada:
ni tu cielo y tus montes,
tus vientos y tus mares;
ni tu sol, ni la lluvia de estrellas.
Ni existen los demás
ni existes Tú,
ni existo yo.
A fuerza de pensarme,
me destruyo.
Y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada y no oigo nada.
Cúrame, Señor,
cúrame por dentro,
como a los ciegos, mudos y leprosos,
que te presentaban.
Yo me presento.
Cúrame el corazón,
de donde sale lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo, que les debo.
Despiértame, Señor,
de este coma profundo,
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver,
a verte, a verles,
a ver tus cosas a ver tu vida,
a ver tus hijos….
Y que empiece a hablar,
como los niños, –balbuceando–,
las dos palabras más redondas
de la vida: PADRE NUESTRO.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Atrevete a pescar

Una música monótona y aburrida, un pan sin sal, una historia de amor sin te quieros. Así siento mi vida cuando la vivo en la superficie, cuando me descubro caminando de puntillas por las cosas. Evitando problemas, sin asumir compromisos. Arráncame Señor del suelo firme de mi orilla, de una vida vivida como espectador de la de los demás.
Y si en lo profundo de la realidad, de los hechos, de los otros, incluso de mí, las cosas fueran distintas a como las vivo hoy aquí. Y si en lo  desconocido existiera un verdadero tesoro por descubrir que no puedo imaginar, unas redes repletas de vida esperando a ser llevadas a la orilla.
Tantas veces la vida me ha sorprendido recogiendo donde no había sembrado, gozando donde no lo hubiera esperado, llegando donde no creí nunca alcanzar, levantándome donde no me quedaban fuerzas, perdonando a quien sólo creía odiar. Tantas veces la vida me ha sorprendido que una vez más caigo a tus pies y no puedo sino decirte que te apartes de mí, que tengo que admitir que vivo con una fe de papel, escrito con palabras vacías.

Lc 5,1-11