Oh Señor, mi Dios ausente, mi Dios que te
escondes detrás de tantas cosas que me seducen y me fascinan. De tantas
cosas que me atraen con fuerza casi resistible. Deja que yo descubra la
claridad de tu mirada. Señor, que yo descubra en ti el sentido de mi
vida y el sentido de toda vida humana.
A los bellos, a los sabelotodo, a los
fuertes, a los ricos, a las guapas de espejo, a los arrogantes, a los
manipuladores, a las reinas de la fiesta, a los chulos de barrio, a los
que opinan de todo pero no escuchan nada, al que sonríe sin alma, al
buscador de atajos, al vendedor de quimeras, al triunfador sin historia,
al presuntuoso, al arrogante, al que pisa fuerte sin mirar a quien, al
que nunca duda... Hay que recordarles que también lloran, aman y se
equivocan a ratos. Que no es el fulgor fugaz el que nos hace personas,
sino la desnudez frágil y que es en la normalidad compartida donde nos
podemos encontrar... hermanos
tomado de aquí y transcrito desde rezandovoy.org