lunes, 6 de diciembre de 2010

Adviento... esperando la venida del Señor. Semana 2

"Voz que clama en el desierto..." (Mt 3, 1-12)



Ante la nueva situación, dentro y fuera de la Iglesia, nuestra conversión tendremos que implorarla al Espíritu y trabajarla entre todos.

Necesitamos otra manera de creer, de estar en el mundo como creyentes, de luchar por la justicia desde el Evangelio.

Cayeron entre nosotros las estructuras basadas en el poder y las mentalidades basadas en la ignorancia de Dios y del Evangelio que siguen siendo un fuerte bastión contra el que hemos de posicionarnos con valor.

Como el de Jesús, nuestro cambio se alimentará del estudio, la plegaria y el compromiso con los pobres. Ellos, eco profético del grito de Juan, nos ayudan a despojarnos de las torpes riquezas y de las falsas seguridades.

Ellos, los pobres, reflejan el rostro del Padre, triste y airado por el dolor de sus hijos. Mirándolos, recibiremos luz y energía para cambiar.

Cada paso hacia la justicia y la misericordia nos acercará a la paz.

El cambio es exigido por fidelidad al Evangelio y para hacer creíble nuestro mensaje. También para remover obstáculos en el seguimiento de Jesús.

Todo cambio cuesta porque supone ruptura, pero también libera y hace crecer. El cambio siempre será posible a condición de estar motivado. Los cambios rejuvenecen.

Nuestros motivos están en el Evangelio y en los pobres, nuestros hermanos heridos.

De nuestra conversión a los pobres brotará la oración, estimulada por la impotencia. De la oración surgirá otra mística, la de los profetas. El místico se acerca a Dios y lo trasluce. Su testimonio irradia conversión y esperanza. El profeta siente a Dios dentro y lo acerca a los hombres; por él los pobres reciben amor, dignidad y justicia.


"... preparen el camino al Señor, escuchen la Palabra de Dios ..."

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